¿Precio vs. calidad? El arte de comparar
Comprar es un arte… Sí, por supuesto, se trata de intercambiar una mercancía o servicio por dinero que parece sencillo a simple vista, pero tiene un trasfondo un poquito más complicado.
¿A qué me refiero? A que desde pequeños nos han enseñado a comprar, hemos visto a nuestros padres, tíos, hermanos o abuelitos hacerlo, es algo de todos los días. Pero ¿lo aprendimos correctamente?
En nuestro peregrinar como coaches financieros, hemos detectado tres estilos: El que denominamos “ahorrador”, compra lo más barato con la sana intención de estirar la quincena. El “impetuoso”, adquiere lo primero que ve, en cualquier lugar y sin importar precio o calidad. Por último, el “analítico”, quien reúne la información necesaria para comparar y se toma su tiempo en decidir.
Cuidar el dinero no siempre es sinónimo de saber comprar, pero vámonos con calma. Nuestro primer perfil está a la caza de ofertas y descuentos que, a pesar de sus buenas intenciones, no siempre es la mejor opción… “¿Por qué?” Se preguntarán; como hija del 2×1 he aprendido que lo barato sale caro, en todos los aspectos. Por ejemplo, paquetes económicos de comida rápida, en apariencia cuidan de mi cartera, pero ¿lo harán por mi salud? O las famosas compras de oportunidad en línea, normalmente precios de no creerse, son compras de arrepentimiento.
Por otro lado, al impetuoso lo mismo le da una tienda de conveniencia, de la esquina, departamental o en línea, cualquier lugar es bueno, mientras sea rápido y fácil. La inmediatez e impulsividad es lo suyo, este personaje puede pagar hasta tres o cuatro veces el precio de un artículo o servicio, simplemente porque le queda de pasada, no hay filas o no perderá tiempo. Tic, toc, tic, toc, resuena en sus pensamientos.
Nuestro perfil analítico es el que destina tiempo para comparar, sabe bien que las compras son 95% corazón y solo 5% mente, por lo que recaba y reúne información necesaria para determinar el mejor lugar, precio y calidad.
Información y datos, últimamente tan de moda, son los elementos que deben dar rumbo y dirección. Es indispensable considerar si, lo que quiero adquirir, realmente lo necesito o simplemente es algo que deseo.
Si se trata de la primera premisa, el comparar se vuelve el punto medular, no necesariamente hacer nuestras compras en el mismo lugar, a pesar de las ofertas, nos garantizará calidad y ahorro. Por favor, no nos vayamos al lado opuesto como la tía de la prima de mi cuñado, que visita cinco supermercados el mismo día para terminar la lista de la semana, además de agotador, resulta poco práctico, pues terminaremos gastando más en estacionamientos y gasolina, vamos, no ahorraremos ni tiempo, ni dinero, ni esfuerzo. Podemos apoyarnos en herramientas como la que ofrece Profeco, en su tabla “quién es quién en precios” nos da un panorama muy amplio de más de 2000 productos y servicios.
La calidad es un elemento esencial. A muchos, por experiencia, nos ha quedado claro que no siempre lo caro es bueno y viceversa. ¿Qué lo determina?: necesidades y presupuesto. Si es algo que requiero, bastará con comparar y decidir dónde adquirirlo; si por el contrario, lo quiero, convertirnos en el perfil analítico es la clave, saber si es deseo pasajero, moda efímera (como diría mi sabia abuela) o como atinadamente me enseñó una gran amiga, ¿cuántas veces lo usaré?, ¿vale en “puestas” lo que voy a pagar?, por ejemplo, un abrigo de buena calidad, que probablemente costará un poco más y al que le dedicaré una extensa investigación, seguro durará tres, cuatro o hasta más inviernos.
Es igual de importante considerar que cazar ofertas en los famosos cambios de temporada o buen fin y encontrar piezas de calidad por un precio razonable, no suele ser equivalente de anteponer mente a corazón. Nos inundan con mercadotecnia y promesas, facilidades y créditos… ¿Así quién dice que no?, el buen comprador se detendrá ante la impulsividad, comparará, analizará y determinará la mejor forma de pago.
Durante mucho tiempo caí en esas famosas ofertas, era presa de los meses sin intereses y cuanta promoción pasaba delante de mí; lo peor es que ni compraba lo que necesitaba, ni ahorraba, solo lograba incrementar mi gasto mensual y terminaba con una resaca llamada “remordimiento del comprador”… ¿Te suena?
Para darle vuelta a esta costumbre, pregúntate: ¿lo quiero o lo necesito?, cuantas veces sea necesario, no lo adquieras en el primer lugar que visitaste, compara, analiza, verifica calidad, durabilidad e incluso mantenimiento. Conviértete en el detective de las compras… verás que dedicarle tiempo a cuidar tus finanzas rendirá frutos.